viernes, 17 de junio de 2016

CUENTO, NOVELA, POEMA, DRAMA, ESTRMES, CHISTE. REFRAN, ADIVINANZA , CANCIO

INDICE


CUENTO
NOVELA 
POEMA
DRAMA 
ESTREMES
CHISTE
REFRAN
ADIVINANZA
CANCION



CUENTO
EL PATITO FEO
Autor:
Todos esperaban en la granja el gran acontecimiento. El nacimiento de los polluelos de mamá pata. Llevaba días empollándolos y podían llegar en cualquier momento.
El día más caluroso del verano mamá pata escuchó de repente…¡cuac, cuac! y vio al levantarse cómo uno por uno empezaban a romper el cascarón. Bueno, todos menos uno.

- ¡Eso es un huevo de pavo!, le dijo una pata vieja a mamá pata.
- No importa, le daré un poco más de calor para que salga.

Pero cuando por fin salió resultó que ser un pato totalmente diferente al resto. Era grande y feo, y no parecía un pavo. El resto de animales del corral no tardaron en fijarse en su aspecto y comenzaron a reírse de él.

- ¡Feo, feo, eres muy feo!, le cantaban

Su madre lo defendía pero pasado el tiempo ya no supo qué decir. Los patos le daban picotazos, los pavos le perseguían y las gallinas se burlaban de él. Al final su propia madre acabó convencida de que era un pato feo y tonto.

- ¡Vete, no quiero que estés aquí!

El pobre patito se sintió muy triste al oír esas palabras y escapó corriendo de allí ante el rechazo de todos.
Acabó en una ciénaga donde conoció a dos gansos silvestres que a pesar de su fealdad, quisieron ser sus amigos, pero un día aparecieron allí unos cazadores y acabaron repentinamente con ellos. De hecho, a punto estuvo el patito de correr la misma suerte de no ser porque los perros lo vieron y decidieron no morderle.

- ¡Soy tan feo que ni siquiera los perros me muerden!- pensó el pobre patito.

Continuó su viaje y acabó en la casa de una mujer anciana que vivía con un gato y una gallina. Pero como no fue capaz de poner huevos también tuvo que abandonar aquel lugar. El pobre sentía que no valía para nada.

Un atardecer de otoño estaba mirando al cielo cuando contempló una bandada de pájaros grandes que le dejó con la boca abierta. Él no lo sabía, pero no eran pájaros, sino cisnes.
- ¡Qué grandes son! ¡Y qué blancos! Sus plumas parecen nieve .

Deseó con todas sus fuerzas ser uno de ellos, pero abrió los ojos y se dio cuenta de que seguía siendo un animalucho feo.

Tras el otoño, llegó el frío invierno y el patito pasó muchas calamidades. Un día de mucho frío se metió en el estanque y se quedó helado. Gracias a que pasó por allí un campesino, rompió el frío hielo y se lo llevó a su casa el patito siguió vivo. Estando allí vio que se le acercaban unos niños y creyó que iban a hacerle daño por ser un pato tan feo, así que se asustó y causó un revuelo terrible hasta que logró escaparse de allí.

 
El resto del invierno fue duro para el pobre patito. Sólo, muerto de frío y a menudo muerto de hambre también. Pero a pesar de todo logró sobrevivir y por fin llegó la primavera.

Una tarde en la que el sol empezaba a calentar decidió acudir al parque para contemplar las flores, que comenzaban a llenarlo todo. Allí vio en el estanque dos de aquellos pájaros grandes y blancos y majestuosos que había visto una vez hace tiempo. Volvió a quedarse hechizado mirándolos, pero esta vez tuvo el valor de acercarse a ellos.

Voló hasta donde estaban y entonces, algo llamó su atención en su reflejo. ¿Dónde estaba la imagen del pato grande y feo que era? ¡En su lugar había un cisne! Entonces eso quería decir que… ¡se había convertido en cisne! O mejor dicho, siempre lo había sido.

Desde aquel día el patito tuvo toda la felicidad que hasta entonces la vida le había negado y aunque escuchó muchos elogios alabando su belleza, él nunca acabó de acostumbrarse.

NOVELA
Las dos glorias
de Pedro Antonio de Alarcón
Un día que el célebre pintor flamenco Pedro Pablo Rubens andaba recorriendo los templos de Madrid acompañado de sus afamados discípulos, penetró en la iglesia de un humilde convento, cuyo nombre no designa la tradición.
Poco o nada encontró que admirar el ilustre artista en aquel pobre y desmantelado templo, y ya se marchaba renegando, como solía, del mal gusto de los frailes de Castilla la Nueva, cuando reparó en cierto cuadro medio oculto en las sombras de feísima capilla; acercóse a él, y lanzó una exclamación de asombro.
Sus discípulos le rodearon al momento, preguntándole:
- ¿Qué habéis encontrado, maestro?
- ¡Mirad! -dijo Rubens señalando, por toda contestación, al lienzo que tenía delante.
Los jóvenes quedaron tan maravillados como el autor del "Descendimiento".
Representaba aquel cuadro la "Muerte de un religioso". Era éste muy joven, y de una belleza que ni la penitencia ni la agonía habían podido eclipsar, y hallábase tendido sobre los ladrillos de su celda, velados ya los ojos por la muerte, con una mano extendida sobre una calavera, y estrechando con la otra, a su corazón, un crucifijo de madera y cobre.
En el fondo del lienzo se veía pintado otro cuadro, que figuraba estar colgado cerca del lecho de que se suponía haber salido el religioso para morir con más humildad sobre la dura tierra.
Aquel segundo cuadro representaba a una difunta, joven y hermosa, tendida en el ataúd entre fúnebres cirios y negras y suntuosas colgaduras....
Nadie hubiera podido mirar estas dos escenas, contenida la una en la otra, sin comprender que se explicaban y completaban recíprocamente. Un amor desgraciado, una esperanza muerta, un desencanto de la vida, un olvido eterno del mundo: he aquí el poema misterioso que se deducía de los dos ascéticos dramas que encerraba aquel lienzo.
Por lo demás, el color, el dibujo, la composición, todo revelaba un genio de primer orden.
- Maestro, ¿de quién puede ser esta magnífica obra? -preguntaron a Rubens sus discípulos, que ya habían alcanzado el cuadro.
- En este ángulo ha habido un nombre escrito (respondió el maestro); pero hace muy pocos meses que ha sido borrado. En cuanto a la pintura, no tiene arriba de treinta años, ni menos de veinte.
- Pero el autor....
- El autor, según el mérito del cuadro, pudiera ser Velazquez, Zurbarán, Ribera, o el joven Murillo, de quien tan prendado estoy.... Pero Velazquez no siente de este modo. Tampoco es Zurbarán, si atiendo al color y a la manera de ver el asunto. Menos aún debe atribuirse a Murillo ni a Ribera: aquél es más tierno, y éste es más sombrío; y, además, ese estilo no pertenece ni a la escuela del uno ni a la del otro. En resumen: yo no conozco al autor de este cuadro, y hasta juraría que no he visto jamás obras suyas. Voy más lejos: creo que el pintor desconocido, y acaso ya muerto, que ha legado al mundo tal maravilla, no perteneció a ninguna escuela, ni ha pintado más cuadro que éste, ni hubiera podido pintar otro que se le acercara en mérito.... Ésta es una obra de pura inspiración, un asunto "propio", un reflejo del alma, un pedazo de la vida.... Pero.... ¡Qué idea! ¿Queréis saber quién ha pintado ese cuadro? ¡Pues lo ha pintado ese mismo muerto que veis en él!
- ¡Eh! Maestro.... ¡Vos os burláis!
- No: yo me entiendo....
- Pero ¿cómo concebís que un difunto haya podido pintar su agonía?
- ¡Concibiendo que un vivo pueda adivinar o representar su muerte! Además, vosotros sabéis que profesar "de veras" en ciertas Órdenes religiosas es morir.
- ¡Ah! ¿Creéis vos?...
- Creo que aquella mujer que está de cuerpo presente en el fondo del cuadro era el alma y la vida de este fraile que agoniza contra el suelo; creo que, cuando ella murió, él se creyó también muerto, y murió efectivamente para el mundo; creo, en fin, que esta obra, más que el último instante de su héroe o de su autor (que indudablemente son una misma persona), representa la profesión de un joven desengañado de alegrías terrenales....
- ¿De modo que puede vivir todavía?...
- ¡Sí, señor, que puede vivir! Y como la cosa tiene fecha, tal vez su espíritu se habrá serenado y hasta regocijado, y el desconocido artista sea ahora un viejo muy gordo y muy alegre.... Por todo lo cual ¡hay que buscarlo! Y, sobre todo, necesitamos averiguar si llegó a pintar más obras.... Seguidme.
Y así diciendo, Rubens se dirigió a un fraile que rezaba en otra capilla y le preguntó con su desenfado habitual:
- ¿Queréis decirle al Padre Prior que deseo hablarle de parte del Rey?
El fraile, que era hombre de alguna edad, se levantó trabajosamente, y respondió con voz humilde y quebrantada:
- ¿Qué me queréis? Yo soy el Prior.
- Perdonad, padre mío, que interrumpa vuestras oraciones (replicó Rubens). ¿Pudierais decirme quién es el autor de este cuadro?
- ¿De ese cuadro? (exclamó el religioso.) ¿Qué pensaría V. de mí si le contestase que no me acuerdo?
- ¿Cómo? ¿Lo sabíais, y habéis podido olvidarlo?
- Sí, hijo mío, lo he olvidado completamente.
- Pues, padre... (dijo Rubens en són de burla procaz), ¡tenéis muy mala memoria!
El Prior volvió a arrodillarse sin hacerle caso.
- ¡Vengo en nombre del Rey! -gritó el soberbio y mimado flamenco.
- ¿Qué más queréis, hermano mío? -murmuró el fraile, levantando lentamente la cabeza.
- ¡Compraros este cuadro!
- Ese cuadro no se vende.
- Pues bien: decidme dónde encontraré a su autor....Su Majestad deseará conocerlo, y yo necesito abrazarlo, felicitarlo..., demostrarle mi admiración y mi cariño....
- Todo eso es también irrealizable....Su autor no está ya en el mundo.
- ¡Ha muerto! -exclamó Rubens con desesperación.
- ¡El maestro decía bien! (pronunció uno de los jóvenes.) Ese cuadro está pintado por un difunto....
- ¡Ha muerto!... (repitió Rubens.) ¡Y nadie lo ha conocido! ¡Y se ha olvidado su nombre! ¡Su nombre, que debió ser inmortal! ¡Su nombre, que hubiera eclipsado el mío! Sí; "el mío"..., padre.... (añadió el artista con noble orgullo.) ¡Porque habéis de saber que yo soy Pedro Pablo Rubens!
A este nombre, glorioso en todo el universo, y que ningún hombre consagrado a Dios desconocía ya, por ir unido a cien cuadros místicos, verdaderas maravillas del arte, el rostro pálido del Prior se enrojeció súbitamente, y sus abatidos ojos se clavaron en el semblante del extranjero con tanta veneración como sorpresa.
- ¡Ah! ¡Me conocíais! (exclamó Rubens con infantil satisfacción.) ¡Me alegro en el alma! ¡Así seréis menos fraile conmigo! Conque... ¡vamos! ¿Me vendéis el cuadro?
- ¡Pedís un imposible! -respondió el Prior.
- Pues bien: ¿sabéis de alguna otra obra de ese malogrado genio? ¿No podréis recordar su nombre? ¿Queréis decirme cuándo murió?
- Me habéis comprendido mal.... (replicó el fraile.)--Os he dicho que el autor de esa pintura no pertenece al mundo; pero esto no significa precisamente que haya muerto....
- ¡Oh! ¡Vive! ¡vive! (exclamaron todos los pintores.) ¡Haced que lo conozcamos!
- ¿Para qué? ¡El infeliz ha renunciado a todo lo de la tierra! ¡Nada tiene que ver con los hombres!... ¡nada!...--Os suplico, por tanto, que lo dejéis morir en paz.
- ¡Oh! (dijo Rubens con exaltación.) ¡Eso no puede ser, padre mío! Cuando Dios enciende en un alma el fuego sagrado del genio, no es para que esa alma se consuma en la soledad, sino para que cumpla su misión sublime de iluminar el alma de los demás hombres. ¡Nombradme el monasterio en que se oculta el grande artista, y yo iré a buscarlo y lo devolveré al siglo! ¡Oh! ¡Cuánta gloria le espera!
- Pero... ¿y si la rehusa? -preguntó el Prior tímidamente.
- Si la rehusa acudiré al Papa, con cuya amistad me honro, y el Papa lo convencerá mejor que yo.
- ¡El Papa! -exclamó el Prior.
- ¡Sí, padre; el Papa! -repitió Rubens.
- ¡Ved por lo que no os diría el nombre de ese pintor aunque lo recordase! ¡Ved por lo que no os diré a qué convento se ha refugiado!
- Pues bien, padre, ¡el Rey y el Papa os obligarán á decirlo! (respondió Rubens exasperado.) -Yo me encargo de que así suceda.
- ¡Oh! ¡No lo haréis! (exclamó el fraile.) ¡Haríais muy mal, señor Rubens! Llevaos el cuadro si queréis; pero dejad tranquilo al que descansa. ¡Os hablo en nombre de Dios! ¡Sí! Yo he conocido, yo he amado, yo he consolado, yo he redimido, yo he salvado de entre las olas de las pasiones y las desdichas, náufrago y agonizante, a ese grande hombre, como vos decis, a ese infortunado y ciego mortal, como yo le llamo; olvidado ayer de Dios y de sí mismo, hoy cercano a la suprema felicidad!... ¡La gloria!... ¿Conocéis alguna mayor que aquélla a que él aspira? ¿Con qué derecho queréis resucitar en su alma los fuegos fatuos de las vanidades de la tierra, cuando arde en su corazón la pira inextinguible de la caridad? ¿Creéis que ese hombre, antes de dejar el mundo, antes de renunciar a las riquezas, a la fama, al poder, a la juventud, al amor, a todo lo que desvanece a las criaturas, no habrá sostenido ruda batalla con su corazón? ¿No adivináis los desengaños y amarguras que lo llevarían al conocimiento de la mentira de las cosas humanas? Y ¿queréis volverlo a la pelea cuando ya ha triunfado?
- Pero ¡eso es renunciar a la inmortalidad! -gritó Rubens.
- ¡Eso es aspirar a ella!
- Y ¿con qué derecho os interponéis vos entre ese hombre y el mundo? ¡Dejad que le hable, y él decidirá!
- Lo hago con el derecho de un hermano mayor, de un maestro, de un padre; que todo esto soy para él.... ¡Lo hago en el nombre de Dios, os vuelvo a decir! Respetadlo..., para bien de vuestra alma.
Y, así diciendo, el religioso cubrió su cabeza con la capucha y se alejó a lo largo del templo.
- Vámonos -dijo Rubens. Yo sé lo que me toca hacer.
- ¡Maestro! (exclamó uno de los discípulos, que durante la anterior conversación había estado mirando alternativamente al lienzo y al religioso.) ¿No creéis, como yo, que ese viejo frailuco se parece muchísimo al joven que se muere en este cuadro?
- ¡Calla! ¡Pues es verdad! -exclamaron todos.
- Restad las arrugas y las barbas, y sumad los treinta años que manifiesta la pintura, y resultará que el maestro tenía razón cuando decía que ese religioso muerto era a un mismo tiempo retrato y obra de un religioso vivo. Ahora bien: ¡Dios me confunda si ese religioso vivo no es el Padre Prior!
Entretanto Rubens, sombrío, avergonzado y enternecido profundamente, veía alejarse al anciano, el cual lo saludó cruzando los brazos sobre el pecho poco antes de desaparecer.
- ¡Él era, sí!... (balbuceó el artista.) ¡Oh!... Vamonos.... (añadió volviéndose a sus discípulos.) ¡Ese hombre tenía razón! ¡Su gloria vale más que la mía! ¡Dejémoslo morir en paz!
Y dirigiendo una última mirada al lienzo que tanto le había sorprendido, salió del templo y se dirigió a Palacio, donde lo honraban SS. MM. teniéndole a la mesa.

Tres días después volvió Rubens, enteramente solo, a aquella humilde capilla, deseoso de contemplar de nuevo la maravillosa pintura, y aun de hablar otra vez con su presunto autor.
Pero el cuadro no estaba ya en su sitio.
En cambio se encontró con que en la nave principal del templo había un ataúd en el suelo, rodeado de toda la comunidad, que salmodiaba el Oficio de difuntos....
Acercóse a mirar el rostro del muerto, y vió que era el Padre Prior.
- ¡Gran pintor fué!... (dijo Rubens, luego que la sorpresa y el dolor hubieron cedido lugar a otros sentimientos.)¡Ahora es cuando más se parece a su obra!
Madrid, 1858.

Poema
VIDA
Vivir como una isla,
lleno por todas partes
de ti, que me rodeas
ya presente o distante

con un temblor de luz
primera, sin pulir,
sin arista de tarde,
ni sombra de jardín.

Y ángeles en espejos
guardando tu mirada
para hacerse verdades
y noches estrelladas.
Autor del poema: Jorge Rojas
DRAMA
Fragmento de LA ZAPATERA PRODIGIOSA
Federico García Lorca

NIÑO: (temerosamente) Gente de paz.

ZAPATERA: (abriendo) ¿Eres tu? (Melosa y conmovida)

NIÑO: Sí, señora Zapaterita. ¿Estaba usted llorando?

ZAPATERA: No, es que un mosco de esos que hacen piiiii me ha picado en este ojo.

NIÑO: ¿Quiere usted que le sople?

ZAPATERA: No, hijo mío, ya se me ha pasado... (Le acaricia.) ¿Y qué es lo que quieres?

NIÑO: Vengo con estos zapatos de charol, costaron cinco duros, para que los arregle su marido. Son de mi hermana la grande, la que tiene el cutis fino y se pone dos lazos, que tiene dos, un día uno y otro día otro, en la cintura.

Salen Doña Lorenza y Cristina, su criada, y Hortigosa, su vecina. 
Doña Lorenza Milagro ha sido éste, señora Hortigosa, el no haber dado la vuelta a la llave mi duelo, mi yugo y mi desesperación. Éste es el primero día, después que me casé con él, que hablo con persona de fuera de casa; que fuera le vea yo desta vida a él y a quien con él me casó.
Hortigosa Ande, mi señora doña Lorenza, no se queje tanto; que con una caldera vieja se compra otra nueva.
Doña Lorenza Y aun con esos y otros semejantes villancicos o refranes me engañaron a mí; que malditos sean sus dineros, fuera de las cruces; malditas sus joyas, malditas sus galas, y maldito todo cuanto me da y promete. ¿De qué me sirve a mí todo aquesto, si en mitad de la riqueza estoy pobre, y en medio de la abundancia con hambre?
Cristina En verdad, señora tía, que tienes razón; que más quisiera yo andar con un trapo atrás y otro adelante, y tener un marido mozo, que verme casada y enlodada con ese viejo podrido que tomaste por esposo.
Doña Lorenza ¿Yo le tomé, sobrina? A la fe, diómele quien pudo; y yo, como muchacha, fui más presta al obedecer que al contradecir; pero, si yo tuviera tanta experiencia destas cosas, antes me tarazara la lengua con los dientes que pronunciar aquel sí, que se pronuncia con dos letras y da que llorar dos mil años; pero yo imagino que no fue otra cosa sino que había de ser ésta, y que, las que han de suceder forzosamente, no hay prevención ni diligencia humana que las prevenga.
Cristina ¡Jesús y del mal viejo! Toda la noche: ``Daca el orinal, toma el orinal; levántate, Cristinica, y caliéntame unos paños, que me muero de la ijada; dame aquellos juncos, que me fatiga la piedra''. Con más ungüentos y medicinas en el aposento que si fuera una botica; y yo, que apenas sé vestirme, tengo de servirle de enfermera. ¡Pux, pux, pux, viejo clueco, tan potroso como celoso, y el más celoso del mundo!
Doña Lorenza Dice la verdad mi sobrina.
Cristina ¡Pluguiera a Dios que nunca yo la dijera en esto!
Hortigosa Ahora bien, señora doña Lorenza, vuesa merced haga lo que le tengo aconsejado, y verá cómo se halla muy bien con mi consejo. El mozo es como un ginjo verde; quiere bien, sabe callar y agradecer lo que por él se hace; y, pues los celos y el recato del viejo no nos dan lugar a demandas ni a respuestas, resolución y buen ánimo: que, por la orden que hemos dado, yo le pondré al galán en su aposento de vuesa merced y le sacaré, si bien tuviese el viejo más ojos que Argos y viese más que un zahorí, que dicen que vee siete estados debajo de la tierra.
Doña Lorenza Como soy primeriza, estoy temerosa, y no querría, a trueco del gusto, poner a riesgo la honra.
Cristina Eso me parece, señora tía, a lo del cantar de Gómez Arias: 
Señor Gómez Arias,
doleos de mí;
soy niña y muchacha,
nunca en tal me vi. 
Doña Lorenza Algún espíritu malo debe de hablar en ti, sobrina, según las cosas que dices.
Cristina Yo no sé quién habla; pero yo sé que haría todo aquello que la señora Hortigosa ha dicho, sin faltar punto.
Doña Lorenza ¿Y la honra, sobrina?
Cristina ¿Y el holgarnos, tía?
Doña Lorenza ¿Y si se sabe?
Cristina ¿Y si no se sabe?
Doña Lorenza ¿Y quién me asegurará a mí que no se sepa?
Hortigosa ¿Quién? La buena diligencia, la sagacidad, la industria; y, sobre todo, el buen ánimo y mis trazas.
Cristina Mire, señora Hortigosa, tráyanosle galán, limpio, desenvuelto, un poco atrevido, y, sobre todo, mozo.
Hortigosa Todas esas partes tiene el que he propuesto, y otras dos más: que es rico y liberal.
Doña Lorenza Que no quiero riquezas, señora Hortigosa; que me sobran las joyas, y me ponen en confusión las diferencias de colores de mis muchos vestidos; hasta eso no tengo que desear, que Dios le dé salud a Cañizares: más vestida me tiene que un palmito, y con más joyas que la vedriera de un platero rico. No me clavara él las ventanas, cerrara las puertas, visitara a todas horas la casa, desterrara della los gatos y los perros, solamente porque tienen nombre de varón; que, a trueco de que no hiciera esto, y otras cosas no vistas en materia de recato, yo le perdonara sus dádivas y mercedes.
Hortigosa ¿Que tan celoso es?
Doña Lorenza Digo que le vendían el otro día una tapicería a bonísimo precio, y por ser de figuras no la quiso, y compró otra de verduras por mayor precio, aunque no era tan buena. Siete puertas hay antes que se llegue a mi aposento, fuera de la puerta de la calle, y todas se cierran con llave; y las llaves no me ha sido posible averiguar dónde las esconde de noche.
Cristina Tía, la llave de loba creo que se la pone entre las faldas de la camisa.
Doña Lorenza No lo creas, sobrina; que yo duermo con él, y jamás le he visto ni sentido que tenga llave alguna.
Cristina Y más, que toda la noche anda como trasgo por toda la casa; y si acaso dan alguna música en la calle, les tira de pedradas porque se vayan: es un malo, es un brujo; es un viejo, que no tengo más que decir.
Doña Lorenza Señora Hortigosa, váyase, no venga el gruñidor y la halle conmigo, que sería echarlo a perder todo; y lo que ha de hacer, hágalo luego; que estoy tan aburrida, que no me falta sino echarme una soga al cuello, por salir de tan mala vida.
Hortigosa Quizá con esta que ahora se comenzará, se le quitará toda esa mala gana y le vendrá otra más saludable y que más la contente.
Cristina Así suceda, aunque me costase a mí un dedo de la mano: que quiero mucho a mi señora tía, y me muero de verla tan pensativa y angustiada en poder deste viejo y reviejo, y más que viejo; y no me puedo hartar de decille viejo.
Doña Lorenza Pues en verdad que te quiere bien, Cristina.
Cristina ¿Deja por eso de ser viejo? Cuanto más, que yo he oído decir que siempre los viejos son amigos de niñas.
Hortigosa Así es la verdad, Cristina, y adiós, que, en acabando de comer, doy la vuelta. Vuesa merced esté muy en lo que dejamos concertado, y verá cómo salimos y entramos bien en ello.
Cristina Señora Hortigosa, hágame merced de traerme a mí un frailecico pequeñito, con quien yo me huelgue.
Hortigosa Yo se le traeré a la niña pintado.
Cristina ¡Que no le quiero pintado, sino vivo, vivo, chiquito como unas perlas!
Doña Lorenza ¿Y si lo vee tío?
Cristina Diréle yo que es un duende, y tendrá dél miedo, y holgaréme yo.
Hortigosa Digo que yo le trairé, y adiós. 
Vase Hortigosa. 
Cristina Mire tía: si Hortigosa trae al galán y a mi frailecico, y si señor los viere, no tenemos más que hacer sino cogerle entre todos y ahogarle, y echarle en el pozo o enterrarle en la caballeriza.
Doña Lorenza Tal eres tú, que creo lo harías mejor que lo dices.
Cristina Pues no sea el viejo celoso, y déjenos vivir en paz, pues no le hacemos mal alguno, y vivimos como unas santas. 
Éntranse.
Entran Cañizares, viejo, y un compadre suyo. 
Cañizares Señor compadre, señor compadre: el setentón que se casa con quince, o carece de entendimiento, o tiene gana de visitar el otro mundo lo más presto que le sea posible. Apenas me casé con doña Lorencica, pensando tener en ella compañía y regalo, y persona que se hallase en mi cabecera, y me cerrase los ojos al tiempo de mi muerte, cuando me embistieron una turbamulta de trabajos y desasosiegos; tenía casa, y busqué casar; estaba posado, y desposéme.
Compadre Compadre, error fue, pero no muy grande; porque, según el dicho del Apóstol, mejor es casarse que abrasarse.
Cañizares ¡Que no había que abrasar en mí, señor compadre, que con la menor llamarada quedara hecho ceniza! Compañía quise, compañía busqué, compañía hallé, pero Dios lo remedie, por quién Él es.
Compadre ¿Tiene celos, señor compadre?
Cañizares Del sol que mira a Lorencita, del aire que le toca, de las faldas que la vapulan.
Compadre ¿Dale ocasión?
Cañizares Ni por pienso, ni tiene por qué, ni cómo, ni cuándo, ni adónde: las ventanas, amén de estar con llave, las guarnecen rejas y celosías; las puertas jamás se abren; vecina no atraviesa mis umbrales, ni los atravesará mientras Dios me diere vida. Mirad, compadre: no les vienen los malos aires a las mujeres de ir a lo[s] jubileos ni a las procesiones, ni a todos los actos de regocijos públicos; donde ellas se mancan, donde ellas se estropean y adonde ellas se dañan, es en casa de las vecinas y de las amigas; más maldades encubre una mala amiga, que la capa de la noche; más conciertos se hacen en su casa y más se concluyen, que en una semblea.
Compadre Yo así lo creo; pero si la señora doña Lorenza no sale de casa, ni nadie entra en la suya, ¿de qué vive descontento mi compadre?
Cañizares De que no pasará mucho tiempo en que no caya Lorencica en lo que le falta; que será un mal caso, y tan malo, que en sólo pensallo le temo, y de temerle me desespero, y de desesperarme vivo con disgusto.
Compadre Y con razón se puede tener ese temer, porque las mujeres querrían gozar enteros los frutos del matrimonio.
Cañizares La mía los goza doblados.
Compadre Ahí está el daño, señor [com]padre.
Cañizares No, no, ni por pienso; porque es más simple Lorencica que una paloma, y hasta agora no entiende nada desas filaterías; y adiós, señor compadre, que me quiero entrar en casa.
Compadre Yo quiero entrar allá, y ver a mi señora doña Lorenza.
Cañizares Habéis de saber, compadre, que los antiguos latinos usaban de un refrán, que decía: Amicus usque ad aras, que quiere decir: "El amigo, hasta el altar"; infiriendo que el amigo ha de hacer por su amigo todo aquello que no fuere contra Dios; y yo digo que mi amigo, usque ad portam, hasta la puerta; que ninguno ha de pasar mis quicios; y adiós, señor compadre, y perdóneme. 
Éntrase Cañizares. 
Compadre En mi vida he visto hombre más recatado, ni más celoso, ni más impertinente; pero éste es de aquellos que traen la soga arrastrando, y de los que siempre vienen a morir del mal que temen. 
Éntrase el compadre.
Salen Doña Lorenza y Cristinica. 
Cristina Tía, mucho tarda tío, y más tarda Hortigosa.
[Doña] Lorenza Mas, que nunca él acá viniese, ni ella tampoco; porque él me enfada y ella me tiene confusa.
Cristina Todo es probar, señora tía; y, cuando no saliere bien, darle del codo.
Doña Lorenza ¡Ay, sobrina! Que estas cosas, o yo sé poco o sé que todo el daño está en probarlas.
Cristina A fe, señora tía, que tiene poco ánimo, y que, si yo fuera de su edad, que no me espantaran hombres armados.
Doña Lorenza Otra vez torno a decir, y diré cien mil veces, que Satanás habla en tu boca; mas ¡ay! ¿Cómo se ha entrado señor?
Cristina Debe de haber abierto con la llave maestra.
Doña Lorenza Encomiendo yo al diablo sus maestrías y sus llaves. 
Entra Cañizares. 
Cañizares ¿Con quién hablábades, doña Lorenza?
Doña Lorenza Con Cristinica hablaba.
Cañizares Miradlo bien, doña Lorenza.
Doña Lorenza Digo que hablaba con Cristinica: ¿con quién había de hablar? ¿Tengo yo, por ventura, con quién?
Cañizares No querría que tuviésedes algún soliloquio con vos misma, que redundase en mi perjuicio.
Doña Lorenza Ni entiendo esos circunloquios que decís, ni aun los quiero entender; y tengamos la fiesta en paz.
Cañizares Ni aun las vísperas no querría yo tener en guerra con vos; pero, ¿quién llama a aquella puerta con tanta priesa? Mira, Cristinica, quien es, y, si es pobre, dale limosna y des- pídele.
Cristina ¿Quién está ahí?
Hortigosa La vecina Hortigosa es, señora Cristina.
Cañizares ¿Hortigosa y vecina? Dios sea conmigo.
Pregúntale, Cristina, lo que quiere, y dáselo, con condición que no atraviese esos umbrales.
Cristina ¿Y qué quiere, señora vecina?
Cañizares El nombre de vecina me turba y sobresalta; llámala por su proprio nombre, Cristina.
Cristina Responda: y ¿qué quiere, señora Hortigosa?
Hortigosa Al señor Cañizares quiero suplicar un poco, en que me va la honra, la vida y el alma.
Cañizares Decidle, sobrina, a esa señora, que a mí me va todo eso y más en que no entre acá dentro.
Doña Lorenza ¡Jesús, y qué condición tan extravagante! ¿Aquí no estoy delante de vos? ¿Hanme de comer de ojo? ¿Hanme de llevar por los aires?
Cañizares ¡Entre con cien mil Bercebuyes, pues vos lo queréis!
Cristina Entre, señora vecina.
Cañizares ¡Nombre fatal para mí es el de vecina!

Entra Hortigosa, y trai un guadamecí y en las pieles de las cuatro esquinas han de venir pintados Rodamonte, Mandricardo, Rugero y Gradaso; y Rodamonte venga pintado como arrebozado. 
Hortigosa Señor mío de mi alma, movida y incitada de la buena fama de vuesa merced, de su gran caridad y de sus muchas limosnas, me he atrevido de venir a suplicar a vuesa merced me haga tanta merced, caridad y limosna y buena obra de comprarme este guadamecí, porque tengo un hijo preso por unas heridas que dio a un tundidor, y ha mandado la justicia que declare el cirujano, y no tengo con qué pagalle, y corre peligro no le echen otros embargos, que podrían ser muchos, a causa que es muy travieso mi hijo; y querría echarle hoy o mañana, si fuese posible, de la cárcel. La obra es buena, el guadamecí nuevo, y, con todo eso, le daré por lo que vuesa merced quisiere darme por él, que en más está la monta, y como esas cosas he perdido yo en esta vida. Tenga vuesa merced desa punta, señora mía, y descojámosle, porque no vea el señor Cañizares que hay engaño en mis palabras; alce más, señora mía, y mire cómo es bueno de caída, y las pinturas de los cuadros parece que están vivas. 
Al alzar y mostrar el guadamecí, entra por detrás dél un galán; y, como Cañizares vee los retratos, dice: 
Cañizares ¡Oh, qué lindo Rodamonte! ¿Y qué quiere el señor rebozadito en mi casa? Aun si supiese que tan amigo soy yo destas cosas y destos rebocitos, espantarse ía.
Cristina Señor tío, yo no sé nada de rebozados; y si él ha entrado en casa, la señora Hortigosa tiene la culpa; que a mí, el diablo me lleve si dije ni hice nada para que él entrase; no, en mi conciencia, aun el diablo sería si mi señor tío me echase a mí la culpa de su entrada.
Cañizares Ya yo lo veo, sobrina, que la señora Hortigosa tiene la culpa; pero no hay de qué maravillarme, porque ella no sabe mi condición, ni cuán enemigo soy de aquestas pinturas.
Doña Lorenza Por las pinturas lo dice, Cristinica, y no por otra cosa.
Cristina Pues por esas digo yo. ¡Ay, Dios sea conmigo! Vuelto se me ha el ánima al cuerpo, que ya andaba por los aires.
Doña Lorenza ¡Quemado vea yo ese pico de once varas! En fin, quien con muchachos se acuesta, etc.
Cristina ¡Ay, desgraciada, y en qué peligro pudiera haber puesto toda esta baraja!
Cañizares Señora Hortigosa, yo no soy amigo de figuras rebozadas ni por rebozar; tome este doblón, con el cual podrá remediar su necesidad, y váyase de mi casa lo más presto que pudiere, y ha de ser luego, y llévese su guadamecí.
Hortigosa Viva vuesa merced más años que Matute el de Jerusalén, en vida de mi señora doña... no sé cómo se llama, a quien suplico me mande, que la serviré de noche y de día, con la vida y con el alma, que la debe de tener ella como la de una tortolica simple.
Cañizares Señora Hortigosa, abrevie y váyase, y no se esté agora juzgando almas ajenas.
Hortigosa Si vuesa merced hubiere menester algún pegadillo para la madre, téngolos milagrosos; y, si para mal de muelas, sé unas palabras que quitan el dolor como con la mano.
Cañizares Abrevie, señora Hortigosa, que doña Lorenza, ni tiene madre, ni dolor de muelas; que todas las tiene sanas y enteras, que en su vida se ha sacado muela alguna.
Hortigosa Ella se las sacará, placiendo al cielo, porque le dará muchos años de vida; y la vejez es la total destruición de la dentadura.
Cañizares ¡Aquí de Dios! ¿Que no será posible que me deje esta vecina? ¡Hortigosa, o diablo, o vecina, o lo que eres, vete con Dios y déjame en mi casa!
Hortigosa Justa es la demanda, y vuesa merced no se enoje, que ya me voy. 
Vase Hortigosa. 
Cañizares ¡Oh vecinas, vecinas! Escaldado quedo aun de las buenas palabras desta vecina, por haber salido por boca de vecina.
Doña Lorenza Digo que tenéis condición de bárbaro y de salvaje; y ¿qué ha dicho esta vecina para que quedéis con la ojeriza contra ella? Todas vuestras buenas obras las hacéis en pecado mortal: dístesle dos docenas de reales, acompañados con otras dos docenas de injurias, ¡boca de lobo, lengua de escorpión y silo de malicias!
Cañizares No, no, a mal viento va esta parva; no me parece bien que volváis tanto por vuestra vecina.
Cristina Señora tía, éntrese allí dentro y desenójese, y deje a tío, que parece que está enojado.
Doña Lorenza Así lo haré, sobrina; y aun quizá no me verá la cara en estas dos horas; y a fe que yo se la dé a beber, por más que la rehúse. 
Éntrase Doña Lorenza. 
Cristina Tío, ¿no ve cómo ha cerrado de golpe? Y creo que va a buscar una tranca para asegurar la puerta. 
Doña Lorenza, por dentro. 
[Doña Lorenza] ¿Cristinica? ¿Cristinica?
Cristina ¿Qué quiere, tía?
Doña Lorenza ¡Si supieses qué galán me ha deparado la buena suerte! Mozo, bien dispuesto, pelinegro, y que le huele la boca a mil azahares.
Cristina ¡Jesús, y qué locuras y qué niñerías! ¿Está loca, tía?
Doña Lorenza No estoy sino en todo mi juicio; y en verdad que, si le vieses, que se te alegrase el alma.
Cristina ¡Jesús, y qué locuras y qué niñe[r]ías! Ríñala, tío, porque no se at[r]eva, ni aun burlando, a decir deshonestidades.
Cañizares ¿Bobear, Lorenza? Pues a fe que no estoy yo de gracia para sufrir esas burlas.
Doña Lorenza Que no son sino veras, y tan veras, que en este género no pueden ser mayores.
Cristina ¡Jesús, y qué locuras y qué niñerías! Y dígame, tía, ¿está ahí también mi frailecito?
Doña Lorenza No, sobrina; pero otra vez vendrá si quiere Hortigosa, la vecina.
Cañizares Lorenza, di lo que quisieres, pero no tomes en tu boca el nombre de vecina, que me tiemblan las carnes en oírle.
Doña Lorenza También me tiemblan a mí por amor de la vecina.
Cristina ¡Jesús, y qué locuras y qué niñerías!
Doña Lorenza Ahora echo de ver quién eres, viejo maldito; que hasta aquí he vivido engañada contigo.
Cristina Ríñala, tío, ríñala, tío; que se desvergüenza mucho.
Doña Lorenza Lavar quiero a un galán las pocas barbas que tiene con una bacía llena de agua de ángeles, porque su cara es como la de un ángel pintado.
Cristina ¡Jesús, y qué locuras y qué niñerías! Despedácela, tío.
Cañizares No la despedazaré yo a ella, sino a la puerta que la encubre.
Doña Lorenza No hay para qué: vela aquí abierta; entre, y verá como es verdad cuanto le he dicho.
Cañizares Aunque sé que te burlas, sí entraré para desenojarte. 
Al entrar Cañizares, danle con una bacía de agua en los ojos; él vase a limpiar; acuden sobre él Cristina y Doña Lorenza, y en este ínterim sale el galán y vase. 
Cañizares ¡Por Dios, que por poco me cegaras, Lorenza! Al diablo se dan las burlas que se arremeten a los ojos.
Doña Lorenza ¡Mirad con quién me casó mi suerte, sino con el hombre más malicioso del mundo! ¡Mirad cómo dio crédito a mis mentiras, por su [...], fundadas en materia de celos, que menoscabada y asendereada sea mi ventura! Pagad vosotros, cabellos, las deudas deste viejo; llorad vosotros, ojos, las culpas deste maldito; mirad en lo que tiene mi honra y mi crédito, pues de las sospechas hace certezas, de las mentiras verdades, de las burlas veras y de los entretenimientos maldiciones. ¡Ay, que se me arranca el alma!
Cristina Tía, no dé tantas voces, que se juntará la vecindad. 
De dentro. 
Justicia ¡Abran esas puertas! Abran luego; si no, echarélas en el suelo.
Doña Lorenza Abre, Cristinica, y sepa todo el mundo mi inocencia y la maldad deste viejo.
Cañizares ¡Vive Dios, que creí que te burlabas! ¡Lorenza, calla! 
Entran el Alguacil y los músicos, y el bailarín y Hortigosa. 
Alguacil ¿Qué es esto? ¿Qué pendencia es ésta? ¿Quién daba aquí voces?
Cañizares Señor, no es nada; pendencias son entre marido y mujer, que luego se pasan.
Músicos ¡Por Dios, que estábamos mis compañeros y yo, que somos músicos, aquí pared y medio, en un desposorio, y a las voces hemos acudido, con no pequeño sobresalto, pensando que era otra cosa.
Hortigosa Y yo también, en mi ánima pecadora.
Cañizares Pues en verdad, señora Hortigosa, que si no fuera por ella, que no hubiera sucedido nada de lo sucedido.
Hortigosa Mis pecados lo habrán hecho; que soy tan desdichada, que, sin saber por dónde ni por dónde no, se me echan a mí las culpas que otros cometen.
Cañizares Señores, vuesas mercedes todos se vuelvan norabuena, que yo les agradezco su buen deseo; que ya yo y mi esposa quedamos en paz.
Doña Lorenza Sí quedaré, como le pida primero perdón a la vecina, si alguna cosa mala pensó contra ella.
Cañizares Si a todas las vecinas de quien yo pienso mal hubiese de pedir perdón, sería nunca acabar; pero, con todo eso, yo se le pido a la señora Hortigosa.
Hortigosa Y yo le otorgo para aquí y para delante de Pero García.
Músicos Pues, en verdad, que no habemos de haber venido en balde: toquen mis compañeros, y baile el bailarín, y regocíjense las paces con esta canción.


Cañizares Señores, no quiero música: yo la doy por recebida.
Músicos Pues aunque no la quiera. 
El agua de por San Juan
quita vino y no da pan.
Las riñas de por San Juan
todo el año paz nos dan.
Llover el trigo en las eras,
las viñas estando en cierne,
no hay labrador que gobierne
bien sus cubas y paneras;
mas las riñas más de veras,
si suceden por San Juan
todo el año paz nos dan. 
Baila. 
Por la canícula ardiente
está la cólera a punto;
pero, pasando aquel punto,
menos activa se siente.
Y así, el que dice no miente,
que las riñas por San Juan
todo el año paz nos dan.

Baila.

Las riñas de los casados
como aquesta siempre sean,
para que después se vean,
sin pensar regocijados.
Sol que sale tras nublados,
es contento tras afán:
las riñas de por San Juan
todo el año paz nos dan.



Cañizares Porque vean vuesas mercedes las revueltas y vueltas en que me ha puesto una vecina, y si tengo razón de estar mal con las vecinas.
Doña Lorenza Aunque mi esposo está mal con las vecinas, yo beso a vuesas mercedes las manos, señoras vecinas.
Cristina Y yo también; mas si mi vecina me hubiera traído mi frailecico, yo la tuviera por mejor vecina; y adiós, señoras vecinas.
CHISTE
ENTREVISTA DE TRABAJO

- ¿Nivel de inglés?
- Alto.
- Traduzca "amarillo".
- Yellow.
- Úselo en una frase.
- Me da un vaso con mucho yellow por favor?
REFRAN
¡A darle que es mole de olla!
Invitación a hacer alguna cosa con buen ánimo y sin demora. El mexicanísimo mole de olla es, en opinión de muchos, uno de los platillos más deliciosos que puedan existir en el país; y por lo mismo, no debe desdeñarse ninguna oportunidad de disfrutarlo.
ADIVINANZA
Soy liso y llano en extremo,
y, aunque me falta la voz,
digo en su cara a cualquiera
la más leve imperfección;
contesto al que me pregunta
sin lisonja ni aflicción,
si la misma cara pone,
la misma le pongo yo.
(El espejo)





CANCION
TENGO UNA MUÑECA VESTIDA DE AZUL
 Tengo una muñeca vestida de azul, con sus zapatitos y su canesú.
 La lleve a la playa se me constipó, la lleve a la casa la niña lloro.
Brinca la tablita yo ya la brinque brincala de nuevo yo ya me cansé.
 Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho, dieciséis.











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